Con enorme talento, Rogelio Naranjo (Michoacán, 1937), ejerce tres funciones básicas: es caricaturista (distorsiona, electrocuta, purifica, deconstruye, sitúa los rasgos del aludió o la aludida, y al hacerlo, verifica la esencia de un comportamiento); es dibujante fantástico (un investigador naturalista de lo que pudo haber sido o será) y es un retratista caricatural, como caricaturista político, Naranjo es notable, y quien lo duda. Irrebatible sus dibujos son proféticos en el sentido clásico: anuncian ese provenir ya escrito y descrito en el presente, y llevan al extremo las secuencias lógicas. Como retratistas, naranjo ve en la figura elegida la confluencia entre la apariencia y la obra, y la obra, y localiza los procedimientos gracias a los cuales la obra modifica, enriquece y fija lo propuesto por la apariencia. En su perspectiva, el semblante de los personajes públicos es la raíz de su leyenda o de su vida aún más verdadera, y es el complemento de su valoración social.