La de San Agustín fue una de las tres órdenes principales que llegaron a la Nueva España con la empresa de evangelizar a los mexicanos, pero destacó de las de San Francisco y Santo Domingo por la monumentalidad de sus edificios conventuales. Permanecen como evidencia los conventos de lo que se llamó la Provincia agustina, entre los que pueden mencionarse algunos como los de Chilapa, San Fe, Tlapa, Yecapixtla, Molango, Ocuitlan, Malinalco, Epazoyucan, Zempoala, Huejutla, Meztitlán, Puebla, Tepecuacuilco, Tacámbaro, Cuitzeo, Morelia, Chiautla, Zacoaplan, Xilitla, Cuitzeo, Yecapixtla Actopan e Ixmiquilpan.



Su arquitectura fue sólida con altas murallas defensivas, orientada hacia los grandes espacios, amplias naves y alturas extraordinarias de cúpulas y campanarios por lo general de estilo plateresco, con reminiscencias renacentistas, góticas y algún detalle o construcción mudéjar; se acompañó siempre de murales con los símbolos agustinos en los que destacaba el corazón traspasado por una flecha, constantes alusiones a la luna y el sol, realizaron altares magníficos, dejando algunas de las expresiones más acabadas del barroco y el neoclásico cuando éste se fue imponiendo.