Irlanda es un país de breves dimensiones y población relativamente escasa. Es, al mismo tiempo, un país cuyos orígenes se ocultan en un riquísimo acervo de mitos y de información histórica muy difícil de precisar. De no equivocarse los estudios hechos, los primeros habitantes aparecieron entre el 6000 y el 2000 a.C. Vivieron, en la paz relativa que entonces podía lograrse, hasta la llegada de los celtas, 450 a.C., quienes impusieron su lengua y, es de suponer, sus costumbres. Fue un momento significativo por lo que aportó al surgimiento del espíritu irlandés. Pensemos que de allí deriva el erse o gaélico (gaeilge en esa lengua). Otro momento de igual significación vino con la llegada de San Patricio, que termina imponiéndose como el santo nacional de Irlanda en 432 d.C. Es de importancia porque el incansable proselitista lucha contra el druidismo, lo vence y deja asentado al catolicismo como religión de Irlanda, no adelantando que algunos de los problemas más serios de ese futuro país se derivarían de aquí.