Nina, una niña muy inteligente y ordenada, se preocupa porque su abuela comienza a olvidar las cosas, entre ellas el nombre de su nieta. Decide que la mejor forma de conservar los recuerdos es guardándolos en frascos, que comienza a recolectar en la cocina de su casa, frascos de mermelada, mayonesa, aceitunas… Va almacenándolos en un librero. Un día en que la abuela se sentía mal, decide buscar un hermoso recuerdo encerrado en un frasco, pero al tratar de agarrarlo, tira todos los frascos, que se rompen contra el suelo. Muy triste va con su abuela y le cuenta lo sucedido, la abuela la consuela y le dice que los recuerdos no se guardan ni en frascos, ni en la cabeza, sino en el corazón, "porque ahí hay frascos que no se van a romper nunca. Son recuerdos que se sienten, y para revivirlos sólo necesitas cerrar los ojos y escuchar los latidos de tu corazón".