Los inicios del siglo veintiuno han sido el escenario de profundos cambios en las sociedades latinoamericanas. En menos de veinte años hemos presenciado esfuerzos democratizadores impulsados por gobiernos de izquierda empeñados en reducir las enormes brechas de desigualdades sociales, seguidos de fuertes retrocesos impulsados por grupos conservadores que llegan al poder para revertir los avances hacia sociedades justas e igualitarias. En medio de contextos profundamente contradictorios, las feministas hemos mantenido posturas críticas y propositivas, habida cuenta de que las justas demandas de las mujeres siguen siendo desatendidas por los gobiernos de distinto cuño, pero también negadas por las fuerzas políticas conservadoras, en alianza la mayoría de ellas con los intereses de las iglesias que luchan por preservar su hegemonía.