Inteligencia crítica por naturaleza, renovador frente a las convenciones de su tiempo, Héctor Mendoza, que en la juventud escandalizara a sus maestros con sus audaces e imaginativas versiones escénicas de los clásicos, constituye un paradigma de calidad, constancia y disciplina. Espectador de intensos y vertiginosos cambios en la historia de la humanidad, de! salto de las utopías, de una sociedad en construcción al vacío, al encadenamiento de crisis que no ven su fin, es actor principal en e! devenir de! teatro mexicano. Mirada independiente y singular, que impone modas y modos y no se subyuga ante ninguno, es autoridad para generaciones de actores y directores. En un país donde e! orden, el compromiso y la puntualidad son milagros, Héctor Mendoza, con su severa mística hacia el trabajo, su determinación para decir a los otros lo que piensa, para reconocérselo a sí mismo sin atenuantes, por más inconveniente y doloroso que pueda resultar, inspira respeto, es una figura paterna imponente y adorable para sus alumnos y seguidores. Serio, reservado, observador, pulcro, discreto en su vestir, de refinada y austera gestualidad, goza de ingenioso y mordaz sentido de! humor. Ha sido punto de referencia para acordar o disentir, conjura contra e! vacío, el desgano y la indiferencia: a Mendoza se le sigue o se le refuta: imposible ignorarlo.