En el ámbito do las instituciones hispánicas, tanto civiles como eclesiásticas, hubo espacios más o menos definidos para quienes seguían una profesión avalada con un título de la Real Universidad de México. El análisis de estos espacios y la manera en que los novohispanas lograban ocuparlos es, para Rodolfo Aguirre, el núcleo de su acucioso estudio.
Ocupar un cargo público en la Nueva España del siglo XVIII significó mucho más que el simple desempeño de una profesión a cambio de un salario. Clérigos, juristas y médicos de aquellos años 10 sabían; cuando decidían buscar los puestos importantes de las instituciones virreinales esperaban varias cosas en realidad: prestigio, autoridad y altos ingresos; es decir, ""honor social"", concepto tan caro a la mentalidad española de la época.
Sólo una minoría de todos los novohispanos que ejercieron tales profesiones consiguieron escalar altas posiciones. Su procedencia y sus recursos, tales como el origen familiar, su riqueza y sus relaciones, eran variables. Algunos llegaban más rápido a la cumbre, otros, los menos afortunados, se quedaban en la orilla. Todo dependía del tipo de carrera elegida y la estrategia empleada.