El Diablo, personaje ya multifacético en la Europa del siglo XVI, llegó a América con los conquistadores para incrustarse, con la labor de evangelización y los requerimientos de sometimiento, en la conciencia de numerosas poblaciones indígenas. En una difícil adaptación, el pensamiento se fue conformando a partir de elementos de las dos corrientes en conflicto, puede afirmarse que en este proceso, la figura más incomprendida fue el Demonio y el Infierno. Pese a la riqueza de sus panteones, las mitologías indígenas carecían de un ser que encarnara la absoluta maldad, o concebir un terrible castigo por un tiempo eterno. En este libro se reúnen los estudios de diversos especialistas en las tradiciones y creencias de los pueblos andinos y mesoamericanos en torno a las figuras del Diablo. De los muchos rostros del demonio europeo surgieron, en un rico desdoblamiento, muchísimos más, haciendo hoy por hoy de este personaje uno de los más interesantes y complejos de la mitología americana.