En su evocación tanto de Marcel Duchamp como de Bruce Nauman, Fuente (1990) establece el momento en que Glassford se sirvió del guaje por vez primera. El solo y delicado gesto humorístico de ponerle tapa a un guaje en forma de botella identifica su uso histórico: una cantimplora que les permitió a los primeros hombres atravesar largas distancias. Las obras que siguieron, como Ascensiones e Invitación al acarreo, serie 1-4 (1992-1993), abarcan las facetas histórico/culturales de los guajes, al tiempo que evocan su poder metafórico. Aquí, con su contorno asegurado por un cinturón de acero inoxidable, la vasija funge como sustituto para el cuerpo y su vulnerabilidad.